miércoles, 28 de marzo de 2007

El Botellón en Salamanca

Ignoro a quién corresponde la culpa; sólo sé que la muchachada es soberbia e indócil y que un poco de salvajismo en la edad de la incontinencia es hasta saludable. Lo que es irritante es que ciertos diarios salmantinos muestren fotografías de los borrachos de la Sindical mientras se atreven con editoriales en los que deploran el ritual del botellón con argumentos tan mediocres como el de que las suelas de los zapatos se quedan pegadas a las baldosas los domingos por la mañana y así a ver quién va a misa. Parece que de lo que se trata es de enmascarar las razones íntimas del botellón para evitar que esa mácula impertinente arrumbe el simulacro.
Estabular a la muchachada en una ciénaga extramuros de la ciudad apenas resuelve nada. Pero esa prolongación del simulacro bastará para contentar a los vecinos. En la Sindical, la muchachada se envilece, ensaya poses obscenas y contorsiona el rostro de forma simiesca. Allí, a veces, se entrometen las cámaras impúdicas para registrar la mera anécdota. Poco a poco, sin que nadie quiera percibirlo, se desmorona la argamasa moral que hay detrás de cuanto nos rodea.

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